Como si fuese ayer…. recordamos
el primer día de prácticas. Estábamos solas, ante veinte niños de corta edad
que nos miraban con sus ojos llenos de ilusión, y la tutora nos pide que
contemos un cuento.
En décimas de segundos tenemos que decidir algo que los
profesores preparan unos días antes, y que son fundamentales a la hora de
contar un cuento: ¿qué cuento?, ¿qué versión?, ¿a qué edad va dirigido? y lo
más importante ¿les gustará a los niños?
Pero… de todo esto nos
dimos cuenta después de contar nuestro primer cuento. En ese momento lo único que
sentíamos eran unos nervios, y una sensación de vértigo increíble, casi como el
primer día que entramos al colegio cuando éramos pequeñas aunque de eso hace mucho y éramos las niñas
que esperaban ansiosas el momento de contar un cuento.
Sinceramente, fue un desastre… hablamos muy rápido, nos
saltamos partes del cuento, no hicimos ni introducción, ni final… lo único en
lo que pensábamos era en terminar el cuento y que la profesora volviese a tomar
el control.
Cuando terminamos, nuestras tutoras nos tranquilizaron y nos
dieron algunos consejos para evitar los nervios y para captar la atención de
los niños.
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